Historia de Olocau
El municipio de Olocau está situado en la comarca del Camp de Túria, en los contrafuertes occidentales de la Sierra Calderona, a la izquierda del Barranco de Carraixet, a 269 m de altitud sobre el nivel del mar.
Se encuentra a una distancia de 30 km de Valencia, a 10 km de Llíria, a 15 km de Bétera y a 17 km de la salida a la autopista del Mediterráneo.
Su término municipal es de 36.62 km2 y cuenta con una población de 1.828 habitantes, actualmente tiene más de 300 hectáreas ocupadas por urbanizaciones que constituyen el asentamiento de una importante zona de segunda residencia, que hacen que en verano aflore una población de mas de 10.000 personas.
Por su excelente enclave geográfico, Olocau está recorrida por diversos itinerarios de senderismo, en todos se puede encontrar de todo (vegetación, minerales, fauna...), cada uno es un paisaje, cada piedra guarda una historia, en todos se encuentra presente el paso del hombre y de su trabajo, todos ellos pueden inspirar la vida de una época.
La historia de Olocau comienza con los restos encontrados del periodo Neolítico, situados en la cueva sepulcral de la Penyeta Roja. Después, a partir de 1500 a.C., en la llamada Edad del Bronce, son muy numerosos los pequeños poblados situados en la cima de los montes del Musgany, Penyeta Roja, Portitxol, Puntal de Pere y Puntal Blanc. La gran novedad de este poblamiento es la aparición del primer urbanismo, recintos fortificados con una muralla y algunas señales de torres.
El mundo ibérico cuenta con un magnífico poblado o, mejor dicho, atalaya de defensa del Puntal dels Llops, yacimiento que actualmente se encuentra totalmente excavado y restaurado.
La ocupación romana también nos ha dejado su señal colonizadora en las llanuras del término y en los alrededores de la villa. Restos de acueductos (Arquet), balsas y villas en las partidas de Pitxiri, El Tollo, La Sella, nos demuestran una marcada colonización agrícola seguramente impulsada por el patriciado de la vecina ciudad de Edeta (Lliria). En la llamada Pedra Grossa, hay restos de unos hornos de cerámica dedicados a la producción de jarras y otros recipientes destinados a guardar granos, aceite y vino.
En el periodo musulmán se configura el poblamiento del Valle de Olocau y la aparición del primer testimonio escrito en el siglo XI, que informa de la existencia de un castillo y territorio llamado Hisn al-Uqab (castillo del Aguila o peña grande). Castillo que el rey musulmán de Valencia, al-Qadir, utilizará para guardar su tesoro y que después será ocupado por el Cid en 1092. Con la conquista del rey Jaime I de Aragón en 1238, la forma arábiga al-Uqab se transformará en Olocau. Después a partir del siglo XVI, la alquería musulmana de Pardines, donde se había construido la Casa de la Señoría del Valle, tomó el nombre del castillo y comenzó a llamarse Olocau.
Con la conquista cristiana las alquerías musulmanas fueron dadas a caballeros cristianos y nobles. En 1287 el rey Alfonso El Benigno de Aragón dará a su secretario, Ramón Escorna, el valle y castillo de Olocau. En 1355 este señorío pasará al almirante Matéu Mercer y, en 1368 Antonio de Vilaragut y Visconti compró a los herederos de Mercer, el castillo y el valle. Este personaje funda el 23 de agosto de 1398 el vínculo de su linaje con el Valle de Olocau y el castillo comenzaría a llamarse castillo del Real de Vilaragut. Hasta el año 1609 la población de Olocau fue musulmana, llamada también "morisca", dedicada a la agricultura y a la industria del vidrio. De este periodo es la torre que se encuentra junto a la Casa de la Señoría y también los restos de cerámica que se encuentran en la Cova del Cavall. Está cueva era un lugar de culto que iniciaron los iberos y continuaron los moriscos. En 1455, el Papa valenciano Calixto III, ordenaría tapiar la cueva y destrozar el caballo, para impedir que siguieran peregrinando a dicho lugar.
En 1611 Olocau fue repoblado, por orden del barón D. Alonso de Vilaragut y Pardo de la Casta, con veintiséis familias de cristianos viejos, de los cuales descienden en parte muchos de sus actuales habitantes.
La baronía de Olocau será elevada a Condado por el rey Felipe IV, el 18 de febrero de 1628, siendo el primer conde D. Alonso de Vilaragut y Sanz. El 16 de febrero 1650 D. Jorge de Vilaragut y Sanz, II Conde de Olocau, será nombrado Marqués de Llanera, con la facultad del primogénito de poder utilizar indistintamente uno de los dos títulos.
En el año 1792 el botánico J. Antonio Cavanilles visita Olocau y nos dice que la villa se recupera de una epidemia de principios de siglo que la había dejado con solo cuatro vecinos y que ahora ya tiene 60. Dice Cavanilles: Desde entonces se fomentó la agricultura, y se han plantado higueras, olivos y viñas, los arboles se cuidan bien y apenas hay algarrobo sin injerto macho, con lo que aseguran el fruto.
En este tiempo, el Condado había pasado al linaje de los Fenollet. Estos reconstruyeron la Casa de la Señoría, la fuente de San Diego e impulsaron la transformación de las tierras y la plantación de viñedos. Sobre estas transformaciones decía el botánico valenciano: De Olocau pasé a Liria en dos horas caminando hacia mediodía, observaba al paso el progreso que hace la agricultura en el término de Olocau, ya en el interior de los montes y barrancos, ya en las llanuras contiguas al campo de Liria.
Con la escritura de redención del Señorío, pactada en 1865 entre el conde Pascual de Fenollet y Crespí de Valldaura y Olocau, termina un largo periodo de dominio feudal para entrar en la historia moderna. En 1877 la villa llegaba a los mil habitantes y seguía creciendo. En 1920 tiene 1411 habitantes, pero las dificultades de convertir el secano en regadío por falta de agua, los precios bajos de las cosechas, las sequías y la falta de industrias alternativas a la agricultura, producirán una fuerte corriente migratoria hacia Cataluña. La gente de Olocau hacía tiempo que se dedicaba temporalmente a la siega del palmito (Chamaerops humilis) en el macizo del Garraf, después se desplazaran a las huertas del Pla del Llobregat y, cuando comenzó la industrialización de Gavá con la fundición de la casa Roca, la gente de Olocau inicia una persistente emigración a lo largo del siglo XX.